miércoles, 29 de mayo de 2019

Cierto hospital, los errores de siempre


En cierto hospital -que es donde trabajo- suceden cosas extrañas, lo que no es raro en la administración pública, pero esta vez la sucesión de errores pronosticaba malas consecuencias.

Desde la gestión previa se ha notado cierta animadversión hacia el departamento de Medicina Interna, comentarios hostiles, cambios de horario entre otras cosas fueron una muestra de la actitud de las autoridades.

Esta gestión, que mantiene buena parte de los cuadros de la anterior, con algunos matices ha continuado la línea trazada previamente. Un cambio sin fundamento técnico en los turnos de Consulta Externa parecía destinado más a crear malestar que a aumentar el número de consultas.

Lo insólito viene después.

Un siniestro involuntario ocurrido hace un mes motivó la evacuación de dos servicios. Las primeras medidas fueron efectivas en la contención de daños y la redistribución de pacientes a diversos ambientes. A pesar de aquella buena disposición, los pacientes de mi servicio terminaron en un ambiente recién remodelado, que pretende ser una nueva sala de hospitalización pero que tiene un gran defecto: una pésima ventilación. Siendo la tuberculosis pulmonar una enfermedad hiperendémica y siendo los servicios de Medicina Interna (y subespecialidades) depositarios de estos pacientes no es una medida inteligente ni sanitaria confinarlos a un ambiente con escaso recambio de aire que pone en riesgo a otros pacientes, personal de salud y visitantes.

Y aquí viene lo kafkiano.

Nuestro servicio solo tuvo contaminación por humo. Las investigaciones determinaron que no había desperfecto en las instalaciones eléctricas, por lo que asumimos pronto volveríamos a nuestro ambiente original. Sin embargo, el director dispuso esperar y aprovechar las salas vacías para hacer una limpieza profunda, dar una mano de pintura y arreglo de interiores, cambio de luminarias y refacción de sanitarios antes de regresar. Lo que nos pareció razonable. Dentro de la adversidad habríamos ganado un servicio remozado.

Sin embargo, los días pasaban, no solo gracias a la proverbial pereza del personal de mantenimiento que concluye sus labores tarde, mal y nunca. Luego de casi dos semanas de insistencia, esperábamos dos posibles desenlaces: ya sea que coloquen un sistema de ventilación apropiado en nuestro ambiente temporal o que concluyan la remodelación de nuestro servicio original. Finalmente conseguimos el  visto bueno para retornar.

Pero solo para trabajar con la mitad de camas.

A partir de entonces, el director utilizó una serie de argumentos para que no ocupemos la mitad de los ambientes: que faltan focos, que esperemos a que lleguen camas nuevas, que faltan colocar unos vidrios, etc. antes de recuperar nuestra capacidad operativa completa. Paralelo a ello, comenzaron a llegar rumores de que el servicio vecino quería ocupar, mejor dicho quitarnos la mitad de nuestros ambientes. Felizmente ese intento no prosperó.

Pero pasaban los días y no ocupábamos nuestra sala plenamente.

Hace unos días de manera fortuita, nuestro jefe, durante la visita de una autoridad gubernamental, se enteró por boca del mismo director la existencia de una agenda oculta: aquella sala vacía y negada para nosotros mediante órdenes verbales del director –quien nunca emitió una directiva o memorándum al respecto- sería destinada a pacientes con tuberculosis multirresistente (TB-MDR).

Allí se cayeron las caretas y comenzó nuestro vía crucis.

Abrir una sala de este tipo conlleva no solo riesgos de contagio sino cercenar un sector del departamento de Medicina Interna, cuya capacidad operativa completa es un complemento a las atenciones del servicio de Emergencia. Cerrar parte de este circuito genera un embalse innecesario de pacientes.

Por otro lado, no es fácil abrir una sala para TB-MDR, hay una serie de requisitos técnicos que no existen en las salas de medicina: sistemas de extracción y filtros de aire, así como luz UV con salas cerradas para evitar la diseminación de bacilos MDR.

Lo otro es más penoso, el director defraudó la buena fe de quienes confiaron en él (yo no). Sus dilaciones me hacían pensar más en explicaciones pueriles que en las de un profesional. Además, con el tiempo se cumple mejor eso de “piensa mal y acertarás” y uno aprende de la experiencia propia y ajena.

La controversia sigue pendiente, la correlación de fuerzas supone un nuevo conflicto, innecesario,  pues nuestras energías debieran de estar enfocadas a la resolución de otros problemas, a cómo mejorar la atención de nuestros pacientes y por el lado de las autoridades a subsanar las deficiencias crónicas como la falta de un tomógrafo y otros equipos.

Aquí parece no haber un plan maestro de desarrollo del hospital, sino el producto de acuerdos tras bambalinas en base a los afectos o desafectos de determinado equipo de gestión. Eso no le hace bien a la salud pública. No se puede crecer a costa de otros, a convertirse en parásitos de los propios colegas, ni desvestir un santo para vestir otro. Puede darse el nombre que se guste, el resultado siempre es el mismo. Se ha hecho todo mal y a espaldas. No es una buena gestión desatar conflictos, invadir espacios que funcionan, actuar como reyezuelos impartiendo órdenes verbales sin emitir documentos técnicos y consensuados. Así no se avanza, se retrocede y desarticula lo poco bueno establecido.

Y cuando la trama es oscura, iluminarla es una forma de desaparecerla.

Así se han lanzado los dados, esto continuará.