lunes, 12 de junio de 2017

Las medias verdades de las leches con DHA sin mayor beneficio sobre el desarrollo cerebral de los niños


Fuente: NY Times 

Desde hace un par de años la publicidad sobre las fórmulas lácteas para infantes enfatiza su con ácidos grasos omega 3 (poliinsaturados).

Se sabe que estos ácidos grasos poliinsaturados de cadena larga, Docosahexanoico (DHA) y Araquidónico (AA), son parte esencial en el desarrollo de los circuitos cerebrales y el tejido de la retina (que es tejido nervioso).

Pero también se sabe que tales nutrientes son proveídos por la madre a través de la placenta y luego al nacer a través de la lactancia materna. Asimismo, existe una sólida evidencia que demuestra que los niños amamantados por su madre tienen una clara ventaja nutricional con un mayor desarrollo cognitivo y de la retina sobre los alimentados con fórmulas lácteas.  

En vista de tal evidencia en los Estados Unidos se aprobó la suplementación de las fórmulas lácteas con DHA, acaso por la baja tasa de amamantamiento en ese país (de 34.6 en los 80 a 49.9 en la primera década del siglo XXI de niños amamantados al menos una vez). En el Perú 70% de niños reciben lactancia materna exclusiva por seis meses.

Las fuentes naturales de estos ácidos grasos son las algas marinas y pescado –sobre todo los de agua fía- para DHA y de carne roja o de pollo así como yema de huevo para AA. Se recomienda entonces que la madre gestante o que amamanta consuma entre 250 a 360 gr de pescado por semana (un filete en cualquiera de sus formas) para asegurarle a su hijo una fuente razonable de ácidos omega 3 y así permitir un buen desarrollo cerebral.

Basados en la premisa que una fórmula enriquecida con DHA ayudará a mejorar el desarrollo neurológico de un infante y por consiguiente su rendimiento cognitivo (llámese intelectual) es que las empresas de fórmulas lácteas e incluso las empresas productoras de leche envasada han incluído en su producto el suplemento con DHA y en su agresiva campaña publicitaria deslizan subliminalmente la idea que el consumo de sus productos ayudará a tener niños más grandes y más inteligentes.

Sin embargo, la publicidad y el marketing se estrellan contra la evidencia científica. Las investigaciones si bien poseen diseños y poblaciones diversos ofrecen una tendencia general. Un trabajo reciente de la Biblioteca Cochrane _la base de datos de las revisiones sistemáticas- ha analizado 31 estudios controlados –es decir bien diseñados con el fin de evitar sesgos epidemiológicos-  comparando el uso de fórmulas con DHA contra los que tomaron fórmulas sin DHA. La conclusión más contundente es que no se encuentra ningún beneficio adicional (ni daño) en los niños que toman fórmulas con DHA ni en los niveles de desarrollo neurocognitivo, ni el desarrollo de la retina o el crecimiento corporal al compararse con niños que toman fórmulas sin DHA, por lo que los autores no recomiendan el uso de tales fórmulas fortificadas. Otro estudio publicado en la revista JAMA el pasado 21 de marzo no encuentra ningún beneficio en los niños que toman fórmulas con DHA en los parámetros antes mencionados, sobre todo en los niveles de inteligencia (IQ) evaluados durante 7 años.

Lo preocupante no es que existan productos que aunque inocuos no ofrezcan beneficios sino que exista publicidad engañosa que empuje a los padres a consumir productos caros cuando mejor aporte nutricional puede encontrarse en los alimentos naturales. Siempre es bueno recordar que la lactancia materna exclusiva es el mejor aporte y que luego de ello las fórmulas maternizadas son útiles hasta el primer año de vida pero cuyo aporte nutricional es significativamente menor en un momento en que el infante comienza a comer alimentos blandos (ablactancia). Adicionalmente es bueno recordar que el desarrollo cognitivo no solo es fruto de una nutrición balanceada sino de un estímulo oportuno y apropiado por parte directa de los padres y nunca se logrará a través de una poción mágica ni un dispositivo electrónico.

Más preocupante es que no salgan voces autorizadas desde la academia o la salud pública a sentar las bases de una adecuada nutrición infantil.

Peor aún, algunos pediatras, acaso inducidos por un contrato con el fabricante o su distribuidor, no tienen el celo profesional ni la ética apropiada y se prestan al mensaje publicitario descuidando nociones básicas del conocimiento y análisis científicos propios de un ejercicio profesional de la medicina.


Estos profesionales que alquilan su colegiatura serán motivo de un próximo post.

miércoles, 7 de junio de 2017

(Se necesita) Doble dosis de Inteligencia


Fuente: 123RF.com 

El pasado 6 de junio se publicó en el Comercio la columna “Doble dosis de emergencia” firmada por José Ignacio Beteta.  El artículo de opinión pretende dar explicaciones sobre la situación de la salud pública y de la ministra del sector pero encierra medias verdades, una dosis de ignorancia y la peligrosa consecuencia de deslizar calumnias.

Antes que nada quiero mencionar que no es mi propósito encubrir malas prácticas clínicas ni avalar las perversiones de un sistema con un pobre control interno. Considero que los mecanismos de auditoría y transparencia deben ser claros, firmes y oportunos.

Para Beteta la decadencia del sector salud está ligada a los errores del SIS pero sobre todo al actuar de los médicos del servicio público, ensayando una perversa generalización al decir que todos estamos inmersos en una corruptela y un carrusel de prescripción de medicamentos con el afán de lucro a costa del Estado. Asimismo aduce que no existen guías clínicas que encaucen nuestra terapia y que en la elaboración del Petitorio Nacional de Medicamentos deben participar los ciudadanos (el autor les llama contribuyentes) para asegurar la transparencia de las decisiones.

Nada más alejado de la verdad, que existan condenables casos de corrupción no nos hace corruptos a todos los médicos. Las guías clínicas nacionales y locales para cada hospital existen y a falta de ellas, en algunas enfermedades, los médicos recurrimos a las internacionales. Además una guía es solo eso, una guía, el diagnóstico y tratamiento de cada enfermo es una decisión individualizada, el problema no es que no existan guías sino que los medicamentos sugeridos por ellas no estén disponibles.

Por otro lado, la elaboración de un Petitorio Nacional es un acto técnico que debe ser realizado por peritos en el área, los cuales deben estar alejados de las presiones y conflictos de interés tanto de la industria farmacéutica de comportamiento poco ético como de las redes de corrupción enquistadas en los procesos de compra. Siendo tal Petitorio un documento de Estado lo que sí sería saludable es que antes de su aprobación pase por un proceso de revisión pública para que incluso los ciudadanos, en forma individual o agrupados, expresen sus opiniones y sugerencias.

La supuesta “pepa” de Beteta no me disgusta, me da pena pues es una mezcla de desconocimiento y conclusiones pobremente acabadas. El artículo no solo informa mal sino que ofrece soluciones impracticables. Es cierto que en su condición de ciudadano Beteta conserva su derecho a opinar pero eso no lo autoriza a generalizar el desempeño profesional de los médicos del sector en afirmaciones que rozan la calumnia.

Uno de los argumentos más pobres de Beteta es reducir el MINSA al SIS cuando solo es una parte del sector. El SIS no cubre a todos los pacientes del ministerio como no todo el MINSA es la salud pública, allí faltan EsSalud, las Fuerzas Armadas y el sector privado, que valgan verdades es el menos regulado de todos.

El sistema de salud ha cambiado mucho en los últimos diez años y les pese o no, el SIS con todas sus inconsistencias y defectos ha logrado que un importante grupo de peruanos accedan a una atención de calidad. La sociedad y el poder adquisitivo ha cambiado, los pacientes están más informados, aunque eso no signifique necesariamente mejor, sus demandas también han aumentado. Todo esto configura un entorno complicado que urge de modificaciones para hacerlo más justo, más accesible  y ético en su conjunto.

El problema planteado en el artículo “Doble dosis de emergencia” excedió las limitaciones de su autor que al parecer lo ha visto como una relación comercial cuando es más que eso, la salud es un derecho humano inalienable, la atención de los enfermos un problema multidimensional. Lo que ha escrito Beteta requería de un análisis informado e inteligente que lamentablemente, para el debate sobre la reforma del sistema sanitario, no ha sido el caso.