jueves, 22 de mayo de 2014

Declaración de Principios


 
Se prepara una marcha de los médicos en huelga. El hecho que no participe no excluye mi adhesión al reclamo que debemos tener mejores sueldos y mejores condiciones de trabajo. Pero creo que los dirigentes actuales, con quienes no me siento representado, no tienen ni han explicado claramente sus reclamos. Por otro lado, tanto en los sistemas del Ministerio de Salud como en el Seguro Social, las cosas no caminan bien, urge una Reforma. En lugar de cambios cosméticos los cambios deben de hacerse de una vez. Dirigentes, profesionales con experiencia  y autoridades, deben sentarse a discutir no solo los problemas salariales sino extirpar las malas costumbres, los procedimientos asfixiantes y al personal que traba cualquier posibilidad de mejorar la atención de salud. Para mí, el grito y la marcha  es consecuencia de la pobre imagen que han generado los médicos a lo largo de mucho tiempo, así como en la pobre capacidad de emitir un mensaje articulado y coherente que genere un impacto en la opinión pública. La culpa la tenemos todos, los médicos, los políticos, la mala industria farmacéutica, las corporaciones de salud y los medios de comunicación que han convertido al médico en un asalariado abúlico, un villano o un maniquí con mandil que solo emite una receta o una recomendación cuando se lo piden y que no posee una capacidad de analizar la sociedad ni proponer alternativas.

Insisto, el cambio depende únicamente de nosotros. El adquirir la destreza de transmitir adecuadamente nuestros mensajes y de buscar constantemente mejorar la calidad de nuestro trabajo. El alejarnos de los cantos de sirena del éxito rápido a cualquier precio. La solución no solo está en la ética profesional, no aquella que se apolilla en los códigos de deontología sino aquella que nos enseña y conduce a comportarnos correctamente cada día, a predicar con el ejemplo. Y también viene por el lado de saber formar a las nuevas generaciones en los principios sólidos de un profesional con entereza y principios. Si logramos esto no estaremos a merced de mediocres y autoproclamados dirigentes, diestros en el grito y la chicharra, del poder del dinero corporativo que intenta lobotomizarnos con sus dádivas y prebendas., ni de los políticos o el sistema sanitario que sobreviven a costa de nuestro esfuerzo.

Custodiamos un valor preciado para el ser humano, su salud. Un valor que acaso no henos sabido cuidar ni hacer respetar  y que estamos a punto de perderlo.

Nunca es tarde para empezar una reforma, una que realmente cambie el statu quo, aquella que nace de nosotros mismos.