Se
prepara una marcha de los médicos en huelga. El hecho que no participe no
excluye mi adhesión al reclamo que debemos tener mejores sueldos y mejores
condiciones de trabajo. Pero creo que los dirigentes actuales, con quienes no
me siento representado, no tienen ni han explicado claramente sus reclamos. Por
otro lado, tanto en los sistemas del Ministerio de Salud como en el Seguro
Social, las cosas no caminan bien, urge una Reforma. En lugar de cambios
cosméticos los cambios deben de hacerse de una vez. Dirigentes, profesionales
con experiencia y autoridades, deben
sentarse a discutir no solo los problemas salariales sino extirpar las malas
costumbres, los procedimientos asfixiantes y al personal que traba cualquier
posibilidad de mejorar la atención de salud. Para mí, el grito y la marcha es consecuencia de la pobre imagen que han
generado los médicos a lo largo de mucho tiempo, así como en la pobre capacidad
de emitir un mensaje articulado y coherente que genere un impacto en la opinión
pública. La culpa la tenemos todos, los médicos, los políticos, la mala
industria farmacéutica, las corporaciones de salud y los medios de comunicación
que han convertido al médico en un asalariado abúlico, un villano o un
maniquí con mandil que solo emite una receta o una recomendación cuando se lo
piden y que no posee una capacidad de analizar la sociedad ni proponer
alternativas.
Insisto,
el cambio depende únicamente de nosotros. El adquirir la destreza de transmitir
adecuadamente nuestros mensajes y de buscar constantemente mejorar la calidad
de nuestro trabajo. El alejarnos de los cantos de sirena del éxito rápido a cualquier
precio. La solución no solo está en la ética profesional, no aquella que se
apolilla en los códigos de deontología sino aquella que nos enseña y conduce a
comportarnos correctamente cada día, a predicar con el ejemplo. Y también viene
por el lado de saber formar a las nuevas generaciones en los principios sólidos
de un profesional con entereza y principios. Si logramos esto no estaremos a
merced de mediocres y autoproclamados dirigentes, diestros en el grito y la
chicharra, del poder del dinero corporativo que intenta lobotomizarnos con sus
dádivas y prebendas., ni de los políticos o el sistema sanitario que sobreviven a costa de nuestro
esfuerzo.
Custodiamos
un valor preciado para el ser humano, su salud. Un valor que acaso no henos
sabido cuidar ni hacer respetar y que estamos
a punto de perderlo.
Nunca es tarde para empezar una reforma, una que realmente cambie el statu quo, aquella que nace de nosotros mismos.