miércoles, 18 de marzo de 2015

Los murales como psicosocial


Durante la época de la Colonia, alrededor de 1650, un negro angoleño pintó la imagen de Cristo crucificado en un muro del barrio de Pachacamilla, lo que ahora es el jirón Huancavelica en la Lima cuadrada, donde funcionaba una cofradía. Este mural resistió el terremoto de 1655 que arrasó con el vecindario pero no con el muro. Posteriormente el mural resistió el terremoto de 1687 y los intentos virreynales por tumbarlo. Finalmente las autoridades terminaron convirtiendo la celebración en evento oficial del calendario religioso. Había nacido el Señor de los Milagros. La imagen se convirtió en sagrada y una copia del mural pintada en óleo es la que sale todos los años cada mes de Octubre ya no solo en Lima sino en todas las ciudades donde los migrantes peruanos se han organizado. Salvando las enormes distancia, el grafitti es parte de una expresión popular que no debe ser vista con malos ojos y con contadas excepciones son de una calidad que defiende las paredes de la ciudad del vandalismo pictórico de lemas y proclamas insulsas. Castañeda borró de un brochazo esta expresión de arte que no maltrata el patrimonio histórico. Pero el tema de fondo no es ese, es el psicosocial que ha armado para que no hagamos mas bulla sobre la persistencia de vehículos chatarra maltratando el tráfico vehicular. Castañeda está pagando los favores políticos que intentaron la revocatoria frustra y su reelección. Pero lamentablemente no será por mucho tiempo. Una combi estrellada nos hará volver a la realidad de la manera mas desgraciada, la muerte violenta de ciudadanos.