lunes, 24 de noviembre de 2008

Invisibles al Fondo


Decir que una cosa son los políticos y otra los dirigentes de fútbol es una falacia. En cierto sentido es lo mismo. Estamos a horas de ser desafiliados de facto de la FIFA, ya que virtualmente estamos fuera de toda competencia desde hace varios años. Si lo que hacen los dirigentes de la FPF no es política, entonces ¿qué cosa es?

Desde la radio y la televisión los periodistas y comentaristas han formado dos bandos, el de Burga y el de Woodman. Lo que mas me sorprende es que, como muchas cosas en nuestra política, el problema se ha reducido mas consciente que inconscientemente a una rivalidad personal. A Burga le conviene aparecer como víctima y culpar de todos los males al Otro.

De nada sirve, que el nivel profesional de nuestros clubes, dirigentes y futbolistas sea paupérrimo. Aquí se hace ver que la crisis del fútbol está reducida al encono personal entre el presidente de la FPF y el del IPD, como si todo este embrollo fuera un asunto de emociones.

Lo que veo es, al margen de unas elecciones en la FPF que fueron muy cuestionadas en su génesis, es un dirigente inhabilitado y un directorio no reconocido por la SUNARP y por lo tanto incapaz de mover las cuentas, en una caja donde se mueven millones de dólares.

Esto explicaría como en la reciente fecha FIFA, donde la mayoría de las selecciones sudamericanas jugaban en otro continente, el Perú ni siquiera convocaba a su selección. Imagino, por el problema de las cuentas inmovilizadas.

Pero se discuten solo las anécdotas, no se cuestiona por ejemplo, que Claudio Pizarro, el más mediático de nuestros delanteros, sea bueno para acaparar notas periodisticas o portadas, pero muy malo a la hora de hacer goles. Que Paolo Guerrero sea mas famoso ahora luego del encarcelamiento de Magaly.

En este maremagnum de errores y tragedias, alguien o algunos parecen ganar con el cuco de la desafiliación y con mantener el statu quo, o mejor dicho se propugna que las cosas cambien para que todo sea igual. De dirigentes que están allí para hacer lo que se puede, para improvisar y 'arrugar' cuando las papas queman. Para sus clubes como botes a la deriva, maltratar al aficionado y a sus jugadores, vendiendo como buena una realidad que a todas luces es mala, pero ellos siguen allí cargados de buenos gestos y máscaras de bonhomía, sin tomar decisiones importantes, que a veces pueden ser duras pero necesarias, sin tener ese coraje y temple que la situación demanda.

Y sigamos últimos en la tabla.