Fuente: Perú21
Hace un par de días mi jefe, quien es un
entusiasta gremialista, me comentó que iba a participar en la marcha de los
médicos huelguistas. Hasta allí todo bien. Pero luego me dijo que se iba a
llevar a todos los internos. Parece que no esperaba que le respondiera que eso
no era correcto ya que eran estudiantes y no tenían nada que ver en el asunto.
A lo que me respondió que la marcha debía verse multitudinaria. Pero eso
depende de la capacidad de convencimiento de los líderes, le dije y, en todo
caso debe ser voluntario.
Me preocupa la participación de estudiantes, pues
no dudo que muchos de ellos están en la marcha, llevados por obligación o en
marcha espontánea por solidaridad, para
pasar el rato o vivir la experiencia. Pero al mismo tiempo me pregunto si
nuestros estudiantes tienen una conciencia clara de los problemas sanitarios y
aquellos derivados del ejercicio profesional. Una generación que, en su
mayoría, vive secuestrada dentro del omnipresente mensaje de optimismo y
diversión. Una situación que se complica a la pobre información y las hondas
contradicciones del discurso a ambos lados del conflicto: autoridades y
gremialistas. Para empeorar las cosas los medios de comunicación no salen del
paradigma de que las huelgas solo producen marchas violentas, gritos
destemplados y abandono de pacientes. Verdades a medias que aclararé en un
futuro post.
Si esta huelga sirve para que los jóvenes tomen
conciencia y una mirada crítica del entorno donde pronto trabajarán, enhorabuena.
Pero fiel a mi escepticismo crónico me parece que estudiantes y marchas de
protesta de los profesionales no es buena combinación pues me preocupa que los
jóvenes crean que esa es la única forma de reclamar y además, que las actitudes
propias de la juventud, como por ejemplo, la toma de selfies durante la marcha, conviertan en banal cualquier reclamo, amén
del consiguiente riesgo personal ante potenciales golpes o gases lacrimógenos,
a los cuales no están acostumbrados.
Ni violentas ni banales, la actitud de los
médicos en estas marchas demuestran que hasta para reclamar se requiere de una
buena dosis de mesura, firmeza e inteligencia.