viernes, 20 de junio de 2014

El balón está que quema




La huelga médica está más aburrida que el partido de fútbol entre Irán y  Nigeria. Lo peor de todo es que parece que ya a nadie le importa. Mal concebida, ha sido peor gestionada.

Trasladando el comentario a términos futbolísticos podríamos afirmar que la selección de dirigentes huelguitas está constituida por jugadores sin experiencia, en su mayoría de ligas de segunda división. Más aún, su capitán, de un equipo recientemente ascendido a primera, parece autoexcluido del campo de juego y cuando participa lo hace con apatía, sin convicción o reclamando a cada rato el presunto juego sucio del rival. Hoy me entero que han traído un refuerzo extranjero, pero no creo que incline la balanza y más parece un “paquete”.

El equipo contrario, lleno de jugadores insípidos que siguen al pie de la letra un libreto, ha  resistido la primera ofensiva y continua haciéndolo. Entre estos jugadores destaca un volante de contención, que se ha encargado de destruir la medular del rival. En medio de este partido para el bostezo, un “blooper” descomunal (aquel del cumpleaños) se encargó de desarmar la pobreza ofensiva de los reclamantes.

 Mientras tanto, los parciales de ambos equipos han hecho sentir su presencia. Por el lado oficialista, sus veedores se han desplegado en diversos escenarios para hostigar al rival, estos funcionarios que parecen sacados del Mundialito del Porvenir, tienen fallos absurdos como tratar de descalificar del equipo contrario porque su utilero no usa las zapatillas reglamentarias. Del lado de los huelguistas, la barra brava conocida como Marea blanca, provoca disturbios innecesarios y algunas veces hostiga a miembros de su propio gremio, so pretexto de ser “pecho frío”.

Este es un partido donde solo se espera el pitazo final y sin descuentos. Donde la tribuna siente ya la exasperación de la incompetencia de ambos equipos en un partido lleno de fintas estériles, de gritos inútiles y propuestas incoherentes.

No solo urge un cambio de jugadores, sino también de dirigentes y estrategias por ambos lados. Para mejorar no solo se necesitan mejores instalaciones, sino mejores programas, entrenadores, dirigentes y jugadores. Una revolución total que de no hacerlo nos relegará a las ligas de segunda división. Ambos equipos están a tiempo para deponer su beligerancia y jugar bonito. Necesitamos además seguir el fair play. No vaya a ser que la hinchada se termine hartando y realmente haga una revuelta en pleno estadio.