La
salud en el país está experimentando los dolores de un crecimiento adolescente
y me pregunto si las autoridades y los dirigentes gremiales están a la altura
de las circunstancias. Existen cuadros calificados de expertos en medicina
clínica y salud pública que pueden ser convocados por el Colegio Médico con el
fin de emitir una propuesta razonada, coherente y consensuada como corresponde
a una profesión que ejerce la ciencia y el humanismo, pero eso no se nota o
sencillamente se espera que los problemas se resuelvan solos.
Mientras
tanto, en estos días de huelga médica muchos seguimos virtualmente encerrados entre
dos corrientes, la del grito destemplado (y a veces irracional) y la del que no
quiere escuchar.
Alguien
tiene que dar el primer paso. La Federación Médica llama a radicalizar la
huelga pero me sigo preguntando acerca de la fuerza de su base gremial pues la
mayoría de nosotros ha optado por la abulia o el desdén. El Ministerio de Salud solo mueve sus fichas
coercitivas amenazando con sanciones o emitiendo pálidos comunicados.
Estamos
llegando a una situación que agota pues los que no tomamos parte por ningún
bando sentimos que no hay salida cercana. El reconocimiento mutuo de errores
ayudaría muchísimo para comenzar un nuevo diálogo sin presión de ningún tipo ni
parte.
Esta
es una huelga en que ambas partes han dejado de lado valores como la ética y el
respeto. Mientras tanto, ya sabemos que la pita termina rompiéndose por el lado
más débil, que no solo son los pacientes sino de todos los que ya nos estamos
cansando de tanta mediocridad e incapacidad para resolver los problemas de
verdad. Mejor infraestructura para pacientes, remuneraciones justas, mejor gestión de las instituciones, mejor ambiente laboral y un
suministro oportuno de los insumos necesarios para una atención digna de los
enfermos.