Uno espera del mensaje presidencial no solo un repaso de las actividades y logros del gobierno, sino además de un listado de propuestas de como se conducirá al país en los siguientes doce meses.
A decir de muchos analistas, el mensaje ha mencionado logros que fueron gestados en el anterior gobierno, como es el caso de la cumbres, pero ha tenido serias deficiencias y silencios, tanto en lo político como en lo económico.
Pero quiero mencionar lo de la Reforma del Alma, una especie de Paulo Coelho combinado con las pastillas de Belmont, esas para levantar la moral. El mas común de los lugares comunes, un mensaje para ser mencionado en el Te Deum mas que en el Congreso de la República.
Me pregunto, si se puede hablar de reformas de este tipo en un país con analfabetismo funcional, pobreza, narcotráfico y sus sicarios, tensiones sociales, bajos niveles de escolaridad, de corrupción enquistada en el estado, de regionalismos extremos, disfunción familiar, inequidades sociales.
Como hablar cuando se privilegia la estocada por la espalda o los arreglos tras bastidores, cuando una coima es moneda corriente o no se muestra respeto por los derechos humanos, cuando un alcalde revienta las pistas de la ciudad de una manera desordenada, cuando se descubren malos manejos en algunas obras públicas como el caso Convial o el de Mivivienda, cuando no se sancionan las malas prácticas comerciales o financieras, cuando nos damos cuenta que el plan tolerancia cero fue un engaño, cuando la Oficina Nacional Anticorrupción o el Pacto Social fueron solo un globo de gas.
El presidente debiera de comenzar por proponer soluciones a esos problemas antes de lanzar mensajes etéreos.