Hace unos años era pan de todos los días la leyenda urbana de los Roba ojos, sujetos que secuestraban niños para robarle órganos y venderlos en el mercado negro de transplantes.
Susan Hoefken, mas allá de lo expuesto en la prensa y de su supuesta responsabilidad en los hechos que todos conocemos, ha lanzado un personaje en el inconsciente colectivo: La Roba Pulmón, irónico en un país de tuberculosos, que se suma a la larga lista de otros como el Mataperros, la Lavapies, la Robaluz, el Comepollo, etc. Y es que detrás de lo anecdótico existe un trasfondo filosófico que hace que el nombre y el personaje (repito, no la persona) trasciendan el hecho y se impregnen en el habla popular.
No es que estos personajes hayan inventado el modus operandi, sino que al ser expuestos a la luz pública han personificado a una determinada conducta social: muchos peruanos han decidido colgarse de los servicios públicos (luz, agua, teléfono, televisión por cable) para un uso ilícito, la histórica humillación de una clase social sobre otra en el caso de algunas empleadas domésticas; el hecho de "inflar" los consumos por viáticos para así "ganarse alguito"; el maltrato a los animales, etc.
La supuesta farsa del robo de pulmón debería verse además como un símbolo de la decadencia moral de la década pasada, el hecho es un producto del Utilitarismo, que tuvo su nacimiento en los 90s, donde el fin justifica los medios, en este caso conseguir publicidad a cualquier precio. Y en eso, no somos los únicos, hace unas semanas en Estados Unidos nos enteramos de un "accidente": un niño volaba solo en un globo aerostático para el pánico de los testigos y los medios de comunicación, al final todo fue un bluff publicitario.
La noticia del robo del pulmón, que dio la vuelta al mundo, aprovechó la mala fama de los peruanos, un país que no solo exporta materias primas sino además delincuentes (como se puede ver en las noticias internacionales: secuestradores, clonadores de tarjetas, robalíneas, comercializadores de droga, etc), pero lo peor vino después: mentirosos, un rasgo que nos caracteriza como pueblo y del cual no podemos orgullecernos sino trabajar para que esta conducta cambie.
Ante la evidencia corriente, creo que todo se va a diluir en la nada y la leguleyada (algo de lo que hablaré luego), las pruebas parecen endebles o de poca sustancia. Pero una debería ser la sanción legal y otra la moral, existen indicios para pensar que esto fue planeado por alguien, y en eso no debemos descansar, señalar al o a los culpables, sin llegar al linchamiento o a los exabruptos verbales, como ese de quitarle la nacionalidad.
que a la señorita Hoefken le gustan las cámaras, es algo indudable, sino repasen los vídeos o estén atentos a sus futuros movimientos. me temo que en un futuro cercano y acaso producto de tanta exposición se convierta en un producto de la farándula local.
Lo que no debemos tolerar es que todo tenga un precio o que todo sea posible por tener quince minutos de fama, que una generación crea que lo único importante en la vida son el dinero y las apariencias, si no logramos eso poco podemos esperar como país.
Al margen de los discursos triunfalistas.